La medicina oculta es la gran desconocida dentro los saberes
esotéricos. Sin embargo sin darnos cuenta en muchas ocasiones estamos siendo
beneficiados por sus principios a través de la medicina oficial.
Todo el poder del medico
oculto se encuentra en su capacidad de producir fe en los enfermos que trata.
Para esto el sanador se vale principalmente de su voluntad, esta es la
herramienta fundamental de todo acto mágico. Además de la voluntad el sanador
ha de dominar su fisonomía, el tono de voz, los gestos, etc. Todo esto orientado a inspirar confianza con maneras paternales y
con un discurso positivo y optimista.
“No existe medicina real mas
eficaz que la fe, Ni mejor medico que aquel capaz de transmitirla”
La terapéutica oculta emplea
principalmente las palabras y las
insuflaciones a través de las cuales se comunica a través de la voluntad del sanador una determinada virtud a las mas elementales
medicinas; agua, vino, alcanfor, sal, etc. Pensemos en este sentido que el
aceite y el vino son la medicina por excelencia de la tradición evangélica.
Un ejemplo de evidente de este
tipo de medicinas es el agua de los homeópatas, esta es verdaderamente un agua
magnetizada por la voluntad y por la fe de los pacientes.
Dentro de este tipo de
sanadores encontramos uno que lleva a chanza y a burla que en estos momentos ya
casi a desaparecido en occidente pero que ejerce un tipo de medicina que
realmente funciona. Estoy hablando de
los vulgarmente conocidos como charlatanes. Si estos son lo suficientemente hábiles para inspirar confianza y formar un circulo de fe con el paciente obtendrán resultados sorprendentes, recordemos la máxima,”En medicina la fe salva”. En este punto
hemos de volver a la esencia de la medicina oculta; todo el poder de la
medicina oculta esta en la conciencia del sanador y de su voluntad, todo su arte
consiste en producir fe en el enfermo. Todo es posible para aquel que cree.
Algo fundamental para obtener
buenos resultados es que exista una afección reciproca o por lo menos un
aprecio real entre sanador y paciente. Sin esta los medicamentos no sirven para
nada, la confianza y la seguridad del medico en la medicina y la fe del
paciente en la misma y en su sanador hacen de la medicina un catalizador entre
estas dos voluntades que si son lo suficientemente fuertes producirán la cura
del paciente.
Como conclusión diremos que la
mayoría de las enfermedades tienen su origen en desordenes del alma, curando
estos desordenes son sanados el paciente curará inmediatamente.
El abandonarse a una gran
pasión supone el abonar una enfermedad que se prepara. La templanza, la
tranquilidad del alma, la sencillez de carácter, la calma, la razón de la
voluntad no hacen solamente al hombre dichoso sino que además sano y robusto.
Si nos hacemos razonables y buenos el hombre alcanza la inmortalidad.
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