La historia de la humanidad se
encuentra repleta de adivinos que han ejercido su intermediación entre los
hombres y la divinidad. Para los escépticos todo esto no son mas que un
embrollo de supersticiones en la que los hombres buscan a tientas su camino en
la oscuridad. Para otros es un campo en el que merece la pena profundizar e
intentar sacar a la luz el conocimiento que hace posible la realidad de esta
ciencia.
“Decía Cicerón en
el siglo I AC que no hay nación
civilizada o bárbara que no crea que hay indicios del futuro en el presente
y personas capaces interpretarlos.”
Decía este mismo autor que existen
dos tipos de adivinos: Aquellos que poseían el don de la adivinación de una
manera natural a través de sueños y momentos de clarividencia de una forma
totalmente pasiva por su parte. Y también los adivinos que para acceder al conocimiento de aquello que nos es desconocido utilizan técnicas aprendidas, como la observación del vuelo de las aves y otras señales
en la naturaleza, hechos fortuitos, el seguimiento de los astros, etc..
Nosotros vamos a centrarnos en
este segundo caso en el que la adivinación no nos viene dada sino que es el
adivino el que accede a la misma a través del trabajo y del conocimiento. El
poder de la adivinación es uno de los privilegios de los iniciados en los grandes
arcanos de las ciencias ocultas.
La palabra adivino ya nos esta
señalando por si misma que proviene de
la divinidad. Ser adivino es uno de los dos signos de la divinidad, el otro es el hacer milagros.
Todo persona que se inicie en la gran ciencia y que desee entregarse a
la adivinación ha de respetar unas
normas básicas sin las cuales esta ciencia
no es posible:
-La adivinación no es posible si el operante se
ve empujado a ella por la fuerza o por la curiosidad de los ignorantes. Los
maestros nunca ceden a la curiosidad del vulgo.
-Un verdadero mago nunca caerá en la tentación de probar sus poderes ante los demás por orgullo, mantendrá oculto sus
conocimientos y los aplicara gobernado siempre por la razón.
-Un adivino nunca intentará lucrarse o
beneficiarse de ninguna manera de su ciencia. Alguien que no es capaz de
mantenerse a si mismo por otros medios lógicamente nunca será capaz de
profundizar en estos conocimientos.
El gran poder del adivino se
encuentra en su capacidad de ver los efectos que se encuentran en potencia en las causas. “Uno de los mayores poderes que puede
alcanzar el hombre es saber ver en los efectos sus causas y en las causas sus
efectos”. Esto junto a un conocimiento profundo de las analogías son la
base de la adivinación.
La imaginación es otro
elemento que nunca hay que despreciar en las artes adivinatorias. La
imaginación es algo milagroso a través de la cual podemos desarrollar
potencialidades que se encuentran en nuestro ser y a través de las mismas ver
‘cosas’ verdaderas.
Los instrumentos de
adivinación (cera, péndulos, bolas de cristal, etc.) no sirven por lo general
mas que para fijar la atención y voluntad del taumaturgo en un determinado
símbolo con el fin de facilitar el proceso. En caso de existir un consultante
tendrá una función catalizadora entre ambas voluntades.
Dentro de los instrumentos
adivinatorios habría que hacer un aparte con
el tarot. Este es el
instrumento de adivinación mas perfecto e inspirador que existe. Su poder
radica principalmente en la precisión analógica de sus figuras y sus números.
Lo que le convierte en un potente instrumento de conocimiento.